“El prisionero 13”
En todo el barco se hablaba de
él. No es que fuera ninguna sorpresa tener prisioneros en el interior del
navío. Al fin y al cabo, el Constanza
era conocido en los mares de aquellas regiones, y entraban a menudo en guerra
con otras naves (en su mayoría, piratas) y era rara la vez que no se llevaran
algún prisionero superviviente. Nunca tenían oportunidad de ganar una batalla,
el Constanza era invencible.
Tenía numerosos cañones en cada
banda y tres enormes mástiles que portaban las velas blancas con un imponente
escudo de color granate en el centro. Al menos cien o doscientos tripulantes
había abordo, muchos de ellos marineros muy veteranos. Leyendas en aquellas
aguas. Contaba con lóbregas mazmorras donde siempre había algún prisionero cuyo
barco se había hundido a manos de los cañones del navío.
Había muchísimas razones para
que se hablara de él. El prisionero 13 no había sido apresado como los demás.
Nadie sabía cómo había aparecido de repente en las mazmorras. Además, nunca se
les llamaba por un número, si no que se les preguntaba al menos su nombre o los
marineros se inventaban motes para mofarse de él. Pero éste siempre quedaba
oculto, como lamentándose, ocultando su rostro. El propio capitán había
ordenado que todos lo llamaran de tal modo.
El capitán era un viejo huraño
que permanecía siempre en su camarote. Se oían todo tipo de rumores sobre él:
como que en otro tiempo había sido un malvado pirata pero que había huido el
día antes de su ejecución y había cambiado de vida por completo. Tenía el
cabello canoso y una mirada fría, calculadora y, sobre todo, vieja. La mayoría
de la gente decían que era un monstruo, y sus órdenes en el barco eran inapelables.
Normalmente, a los prisioneros
se les llevaba a tierra para ser juzgados debidamente. Sin embargo, el capitán
había decidido que se juzgaría allí mismo antes de llegar a tierra. Se oían
rumores de que el prisionero había sido un antiguo enemigo suyo, y que el
capitán sería capaz de ejecutarlo. Se decidió que el juicio tendría lugar al
atardecer de ese mismo día.
Llegó la hora, y el dos hombres
escoltaron al prisionero para llevarlo a la cubierta del barco. Todos habían
dejado sus labores para contemplar lo que sucedía. Iba cubierto con un abrigo
andrajoso cuya capucha aún le cubría el rostro, y se acercaba hacia el capitán
lentamente. La expresión de éste era indescifrable, y en la estancia reinaba un
increíble y absoluto silencio.
-
¿Quién eres? – preguntó el capitán con voz ronca
– Responde – añadió tras un rato al ver que su interlocutor ni se inmutaba.
Por fin el prisionero 13 se
enderezó, se quitó la capucha y le miró.
-
¿Aún no me has reconocido? – preguntó con voz
suave.
Todos le miraron. O mejor
dicho, la miraron.
-
Vienes ya a buscarme – respondió el capitán
mirando a la mujer que tenía delante. Nadie sabía si se trataba de una pregunta
o una afirmación.
-
Ha llegado tu hora – se limitó a responder.
este relato me ha intrigado mucho porque no se sabía del prisionero hasta el final, lo cual me ha obligado a tener que leermelo entero, ha estado genial!!!
ResponderEliminarjajaja yo me quedé en estado shock,¡me encantó!
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